La esperanza es una actitud saludable, pues esperar con ilusión lo bueno trae alivio a la mente y al corazón. Por el contrario, encontrarse en un estado de desánimo es una condición terrible. Es abrumador y deprimente pensar que lo uno está enfrentando no tiene solución. Para la persona que ha perdido toda esperanza, la vida parece un largo y oscuro túnel que no lleva a ninguna parte.
En Proverbios hay un versículo que describe el resultado de este agobiante sentimiento: "La esperanza que se demora es tormento del corazón" (13.12). La persona que se siente atrapada por el pesimismo, es acosada por la enfermedad emocional, física e incluso mental. Pero yo quiero decirle que, gracias a nuestro Dios, ninguna situación es irremediable. En ÉL, tenemos la promesa que está en la segunda mitad del versículo: "Pero árbol de vida es el deseo cumplido".
Los cristianos tienen una esperanza que es un ancla para sus almas. Nuestra relación con Jesucristo nos acerca al trono celestial, donde podemos echar todas nuestras cargas ante un Dios todopoderoso. Además, podemos aferrarnos a ÉL en las pruebas que enfrentamos.
Por su gran amor, el Señor da fuerza al cuerpo cansado, paz al espíritu ansioso, y consuelo al corazón afligido. Es decir, ilumina ese oscuro túnel y nos guía tiernamente en medio de las situaciones difíciles.
El ancla era una imagen popular en el antiguo mundo del Mediterráneo. En una economía que dependía de la navegación, el ancla simbolizaba seguridad y firmeza. El escritor de Hebreos usó la palabra para recordar a los creyentes que Dios ha dado una esperanza que se mantiene en cualquier tormenta.
FUENTE: EN CONTACTO
LEER: HEBREOS 6.13-20